DERECHO, FALACIAS Y PANDEMIA
DERECHO, FALACIAS Y PANDEMIA.
“Ser razonable suele ser más importante –y más difícil-
que ser simplemente racional”[1].
Cada quien libra su propia lucha: contra el virus, contra el
desempleo, contra la depresión o, lo peor, contra todos estos males. El 80% de
los colombianos presenta alguna perturbación psicológica[2];
el desempleo llega a la tasa del 24%, regresamos a los indicadores de pobreza
de hace diez años, la reactivación económica se espera, según los pronósticos
más optimistas, para finales del 2022, la tasa de delincuencia está en aumento,
se frustró el llamado a la solidaridad y a la disciplina social, lamentamos
hipócritamente la muerte de jóvenes inocentes víctimas de la codicia por el
dinero que genera el tráfico de una sustancia cuya producción ha debido ser
monopolio del Estado. Al mismo tiempo, se evidencia una crisis de liderazgo
representado en decisiones o propuestas irrazonables que no alcanzan a
despertar una mínima esperanza (pronto vendrá una reforma tributaria, la venta
de activos estratégicos de la Nación y, nuevamente, un régimen laboral “flexible”
que precarizará el empleo), todo ello en medio de la más grotesca limitación a
las libertades individuales representadas en medidas absurdas e ineficientes.
Tres ejemplos pueden ilustrar esta afirmación: a. La “Cuarentena Por la Vida” convocada por la
Gobernación De Antioquia el fin de semana anterior con la que se buscaba que algunos
municipios del Oriente antioqueño decretaran el toque de queda estricto para
evitar que los habitantes del área metropolitana se dirigieran hacia estos
destinos; b. La limitación de los derechos de los mayores de 70 años que motivó
la Rebelión de las Canas, batalla que ganaron con fundamento en razones que han
debido motivar otras tantas rebeliones como la de los tenedores (restaurantes),
la de las alas (aeronáutico), la de las sábanas (hoteles); c. La lucha de los
dirigentes, con claro tono populista, por la defensa de la vida, descuidando la
protección de la vida digna representada en el derecho fundamental al mínimo
vital. Cada vez se escucha más la pregunta ¿No habrá sido peor el remedio que
la enfermedad? A lo anterior se suman los problemas habituales existentes con
anterioridad a la pandemia: polarización, muerte de líderes sociales,
narcotráfico, corrupción y las demás cosas que repiten los noticieros, día tras
día, con un claro tono amarillista que promueve una esquizofrenia colectiva que
le impide a la ciudadanía reaccionar.
Durante estos cinco meses hemos reiterado que tan importante
es el médico para el sistema de salud como el abogado para el Estado de
derecho; tan necesaria es una UCI para la vida como la Constitución Política
para la democracia. El exceso de facultades otorgadas al ejecutivo, la adopción
de medidas incoherentes e irrazonables, la descoordinación administrativa, la
tibieza de la Corte Constitucional[3]
y el ejercicio de una función judicial a media máquina, motivaron uno de los
ejercicios más complejos pero interesantes que haya podido realizar en esta
cuarentena: Derecho, Falacias y Pandemia. Con este breve escrito, resultado de
una conferencia que lleva el mismo nombre, quiero dar cumplimiento a un
objetivo principal: advertir la importancia de la argumentación jurídica en la defensa
de la democracia deliberativa, de las libertades individuales y en la
evaluación de la razonabilidad en el ejercicio del poder.
Por falacia se entiende, en términos muy simples, aquel
“argumento que parece ser bueno sin serlo”[4].
Lo esencial de la falacia es el error que puede ser doloso (sofisma) o culposo
(paralogismo). Existen falacias por problemas lógicos (problemas en las deducciones
como es la afirmación de consecuente o problemas en las inducciones como ocurre
en la generalización precipitada,), falacias materiales derivadas del uso del
lenguaje (problemas de vaguedad, ambigüedad, interpretación de las normas, de los
datos o los hechos) y falacias pragmáticas (infracción a las reglas que gobierna
el comportamiento de quienes argumentan, por ejemplo, la falacia de falsa
autoridad). Encontrar falacias es un ejercicio simple pero riesgoso, en la
medida que hay que cumplir con dos presupuestos: a. Extremar el llamado control
del sesgo (evitar al máximo valoraciones, ideologías, radicalismos o
fanatismos); y, b. Se debe contar con una información mínima en la medida que
muchas falacias surgen de “la incapacidad para comprender la complejidad del
mundo”[5].
Hallar una falacia sin estos dos elementos, puede dar lugar a una falacia
mayor. En todo caso, se debe renunciar a toda pretensión de dominio sobre la
verdad. Estas son algunas falacias halladas durante estos cinco meses de
anormalidad:
1.
Falacia
de falso dilema. La tensión no está entre la vida y la economía, sino entre la
vida y la vida digna representada en el derecho fundamental al mínimo vital.
2.
Falacia
de autoridad científica y epistémica: Analizar el problema únicamente desde el
punto de vista médico y epidemiológico, sin considerar otras perspectivas como
la jurídica, filosófica, política, antropológica, psicológica, etc. La
insuficiente información impide la adopción de decisiones basadas en la mejor
relación costo-beneficio.
3.
Falacia
de la aparente protección de un interés general (la seguridad) sacrificando al
mismo tiempo otro de mayor valor (la vida): Ej. Proteger la vida de quienes están
en debilidad manifiesta (personas privadas de la libertad), excepto si han
cometido determinados delitos; disminuir la velocidad de propagación para
evitar el colapso del sistema de salud afectando otro bien como la vida digna
representada en el derecho al trabajo y al mínimo vital.
4.
Falacia
de falsa equivalencia: Cuando se emplean eufemismos: “Cuarentena por la vida” en
lugar de decir “limitación del derecho a la locomoción”.
5.
Falacia
circular o petición de principio: Consiste en emplear como conclusión una de
las premisas de la inferencia. Ej. El confinamiento es bueno para cuidar a las
personas de la tercera edad porque evita que salgan a la calle.
6.
Falacia
de la culpa repartida: todos cometemos errores, entonces hay que distribuir la
responsabilidad frente a las consecuencias de ellos. Ej. La responsabilidad del
control de la pandemia corresponde a los gobernadores y alcaldes pero esa
autonomía se desconoce cuando la reactivación económica depende del gobierno
central.
7.
Falacia
de falsa causalidad: establecer la efectividad de ciertas acciones a través de
una relación causal falsa entre las medidas y los resultados. Ej. Atribuir la
reducción de los índices de inseguridad a decisiones administrativas.
8.
Falacia
del dogmático, extremista o pesimista. Si no hay confinamiento, tendremos la
misma experiencia de otros países. Se presenta el peor de los escenarios para
justificar una medida como la mejor o la única.
9.
Falacia
de la generalización: representada en la estimación de una irresponsabilidad
social como argumento para restringir las libertades. Ej.: Limitar la locomoción
de los habitantes de ciertos municipios para evitar la llegada de turistas.
10. Falacia de la incoherencia. Tres
ejemplos: a. El día sin IVA. Se permite la apertura de centros comerciales pero
se demora la reactivación de sectores económicos que ofrecen la misma bioseguridad;
b. En momentos en los que se registra día tras día un récord en el número de
contagiados, se habla de reactivación económica; c. En estaciones de transporte
público se guardará distanciamiento, pero al interior del vehículo se deberá
practicar el autocuidado.
11. Falacia de la falsa comparación:
“Hemos sido mejores/o peores porque tomamos medidas más flexibles o más
estrictas que otros municipios”; este municipio no tiene muertos o menos
muertos que otros municipios; hemos hecho un trabajo arduo por el número de
pruebas realizadas (cuando la cantidad de pruebas es muy inferior al promedio
por número de habitantes) o el número de fiestas intervenidas.
12. Principio de no contradicción: en
nombre de la protección de la vida se reprimen las libertades individuales, pero se es indiferente frente a
la vida de las personas que están en condiciones de especial protección por
estar privadas de la libertad.
13. Falacia de la efectividad: Tres
ejemplos: a. Para procurar por el obedecimiento de las normas de confinamiento,
se cortará los servicios públicos en las casas que realicen fiestas
clandestinas; b. Se permite la apertura gradual de restaurantes pero con pico y
cédula; c. Apoyo ineficaz a los arrendatarios de locales comerciales en el
desarrollo de los contratos de locales comerciales representado en el no pago
de la cláusula penal y en la prohibición de desalojos.
14. Falacia ad misericordiam. Justificar
las medidas con fundamento en el dolor que puede generar la pérdida de un ser
querido.Ej. La letalidad en Colombia está en un 3.5%, pero la pérdida de un ser
querido representa el 100% para una familia.
15. Falacia de ocultamiento de un mal
mayor por atender un mal menor. Negación de las “muertes invisibles”
ocasionadas por causas atribuibles indirectamente a la pandemia (suicidios).
16. Falacia de confundir el
distanciamiento físico con el distanciamiento social. El problema no es la vida
en sociedad sino la ausencia de cuidados en el desarrollo de esa vida social.
17. La cuarentena se estableció para
fortalecer el sistema de salud pero pasados cinco meses se reporta que no se
cuenta con el cuerpo médico suficiente para operar las UCI o hay demora en la
entrega de los resultados de las pruebas.
18. Afirmar que las medidas de
confinamiento han sido eficaces pero al mismo tiempo se reconoce que la
contención del virus es imposible.
19. Una de las más graves: Afirmar que se
es estricto con el cumplimiento de la ley, pero se es indiferente en el deber
de cumplimiento de los deberes constitucionales.
CONCLUSIONES.
1.
El
reconocimiento de las falacias le permite a la ciudadanía evaluar la validez (razonabilidad)
de los argumentos del titular del poder y exigir mayor información como condición
para la deliberación.
2.
Tan
dañino puede ser el CV-19, como una función administrativa que oculta información o emplea falacias para justificar
decisiones que van en detrimento de las libertades individuales.
3.
Lo
que el Poder hizo con el derecho después del 11 de septiembre de 2001, lo está
haciendo ahora con el CV-19, sólo que en su momento se hizo en nombre de la
seguridad y ahora en nombre de la salubridad.
4.
Miedo
y confianza son dos de los daños más graves que puede sufrir la democracia: aquel
no permite actuar y ésta genera una delegación desbordada de las
responsabilidades políticas de los ciudadanos en la administración.
5.
Democracia,
información, deliberación y libertades. El éxito de la democracia depende de la
calidad de la información. En una buena información está el éxito de la
deliberación y ésta es el presupuesto básico para la defensa y ejercicio de las
libertades individuales.
[1]
Atienza, Manuel. La Guerra de las Falacias. 2ª ed. Librería Compas, Alicante,
2004, p. 215.
[2]https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/estudio-revelo-que-80--de-colombianos-tienen-afectacion-psicologica-por-covid/694554
[3]https://www.elespectador.com/noticias/judicial/como-han-cuidado-los-jueces-la-salud-de-las-democracias/
[4]
Atienza, Manuel, La Guerra de las Falacias. 2ª ed. Alicante, Librería Compás.
P. 7.
[5]
Atienza, Manuel. El derecho como argumentación. Barcelona, Ed. Ariel; P. 107
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